miércoles, 25 de marzo de 2009

Pescadito de Essaouira

to Yassi, with love and faithful

Después, Halima me cogió la mano para apretarla contra su barriga. Fue allí cuando supe que todo era posible: aquella música de serpiente (like a snake), la puesta del sol sobre le golfo de Essaouira, las risas ahogadas en el océano. How can we do...
Tres horas de carretera, a cada kilómetro te conocía un poco más, y cuando me dijiste close your eyes...(yes, sergent pepper)... and now: open! y vi el pueblo blanco y aquella inmensidad de agua, entendí que me too. Buscar a un hermano en medio de una ciudad de mentira no es fácil, sobre todo si se ha cortado el pelo y parece irreconocible. Y finalmente, lo encontramos en su casa, Younes, con su voz de miel y su mirada perdida en esa música que ha mamado desde pequeño.
El menú estaba decidido: en un puerto de mar es diligencia comer pescado.
La medina blanca con su bullicio inconfundible, los colores de las chilabas, de las especias, de las carnes. Repasabas con tu dedo cada escama de mi cuerpo mientras pedías el precio de los calamares y las cigalas. Los niños facilitaban bolsas de plástico negro a cambio de un dirham, un viejo jorobado pedía limosna y nadie me miraba. Por eso me alejé hacia la menta, el gengibre, las sales, el regalo para mi socio... y volví sólo para decirte que compraras gambas, por favor y shukram. En la cesta pusimos pez gato, dorada y las dichosas. Corrimos hacia las verduras para el limón y el perejil, mientras el enésimo gato cruzaba la calle y me cogías la mano para que no me parara en cada puesto cual Maga.
The local wine and let's go to the house.

Cuando me dejaste sola con Halima, lo único que teníamos en común era la pertenencia al género y la sonrisa. Le enseñe cómo quitar en dos pasos la piel al ajo y que podía cortar los pimientos verdes que iban a hacer de base al pez gato. Ella me enseñó aquella mezcla de comino, páprika, perejil, aceite y sal para que saliera perfecto. Otras rodajas de pimientos rojos, alguna lámina de limón, un pimentito picante para el olor, dos tomates para el color y al horno.



Luego descurbí que las gambas, gamberi en mi idioma, en árabe clásico se llaman gambari, y que con un poco de aceite, ajo y perejil se preparan tanto en tu tierra como en la mía. Cuántas eran, qué hambre teníamos el uno del otro, y Younes que se chupó sus grandes dedos y los de su mujer. Halima bailó sólo para él, pues es su fuego, su cuerda, su escultor.


Quedaban las doradas, y la harina blanca que no sé cuándo compraste... quizás estaba distraída mirándote de lejos. El cuchillo cortaba mal la piel fuerte de aquel pez, pero nos lo comimos todo. Enharinamos, freimos, aprendimos que aún sin lenguaje podemos cagarnos de risas, y mientras tanto sacaste tu voz sólo para mí. Zwina dyeli.


Comimos a lo marroquí: trozo de pan, ensalada y manos, muchas manos. Sé que te sentías cómodo proque yo estaba encantada con aquellos sonidos aspirados que salían de las tres bocas. Sé que extrañas a tu hermano y a tu tierra. Sé también que la distancia no es lo que nos aleja.
Pero sé, sobre todo y si hace falta, mojarme el pan en la salsa y arrancarle las costillas a todo aquel pescado.

1 comentario:

La Isla del Medio dijo...

gracias socio. adoro cuando todo está en orden por fuera, y por dentro es una laberinto medínico marroquí perfumado de especias.
g