miércoles, 25 de marzo de 2009

Bucatini del presente

23 de marzo de 2009

Supongo que, cuando uno se pone a escribir, la pregunta más banal que pueda hacerse es "por dónde empiezo?". Yo, que soy banal (y frívola de frivolites), acabo de contestarme tras un viaje a Marruecos del que he vuelto hoy más enamorada que nunca. Y la respuesta es: hay que empezar por el presente.
Vamos a darle la vuelta al mapa y pongamos, ante todo, los créditos:

Massimo Trotta, the kitchen king
Vittorio, pinche fashion
La menda-gamba-socia, al teclado pa' variar

Mis últimos 20 dirhams salieron esta mañana del Riad Paco con unos pelos de leona y los flecos vaqueros arrastrándose por las calles de Bab Ailen. La nostalgia, como el miedo, no se puede controlar (quién sabe qué pensaron aquellos ojos de mujer viéndome tan fátima, pidiendo en árabe). Y salieron, decía, a comprar aceitunas negras, el único fruto de aquellas tierras capaz de sobrepasar controles de policía, controles de compañías aéreas y las manos baobab de Agus. Sobrevivieron al maletaje, a mis ganas de comérmelas todas para tener la ilusión de quedarme para siempre by your side, a mi paso por el trabajo.
Pero ya ha llegado su hora.
Abrimos a tres manos la nevera y nos desolamos por partida triple. Tras proveernos en el chino, cada actor asumió su papel. Aceite para que naden dos de dientes de ajo picado para empezar (si sta bruciando, advierte Vittorio), y llovieron las alcaparras, que empezaron a deshacerse cual gamba tirada en playas africanas. Mientras Vittorio desalmaba las aceitunas, la salsa de tomate se coló en la sartén (ella también quería participar de la fiesta multicultural).

meli meli, meli aj dam...

Recuperamos algunas latas de atún de la estantería, las abrimos con cautela, les quitamos el aceite y a homogeneizarlo todo. Mientras tanto el agua está a punto de hervir (my blood too jabibi) y es ese, no otro, el momento de echarle... Salgorda! Estás ahí? Sabés que acelerás el bullir del agua?!
La elección de la pasta, como ya saben, es un momento complicado para cualquier italiano. Pero Roma es nuestra caput mundi, y sigue aquí, en Madrid, conmigo, en ese packaging color añil tan familiar, tan nostálgico, tan glamouroso que aparece en la estantería: Bucatini, esos spaghetti regordetes con un hilo de aire en su centro. Al agua, a hincharse, y a quedar al dente.

Massimo escurrió la pasta, la unió a la salsa y salteó todo con un estilazo invidiable que aumentó el fuego. Por un momento, volví a mi país con orgullo, pero al segundo i will come back early.


Desde aquí me despido de Vittorio:
lindo, nos vemos por aquí, por allá,
en todo lado donde haya mar;
y esperamos noticias de tu maravillosa casa rural
para darle cabida en nuestra Isla.


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