jueves, 12 de marzo de 2009

Muslos y pechos calientes avec Rúcula embebida de pasíon de Módena


Yo ando todo el día por unas escaleras de mármol gris, y me regañan alegando que mi taconeo es nazi (nada más cercano a la realidad). Así que, cuando vuelvo a mi casa, lo primero que hago es sentarme en la postación de Massimo y apropiarme del ordenador. Él me mira, dice que baja a por más coscie di pollo, y se resigna un poco más.
Desde ahí, lo veo todo.
Cómo coje el cuchillo jamonero, hace una ligera inflexión hacia la tabla de madera y empieza a partir cebollas, pimientos rojos, ajo, apio, aceitunas negras. Massimo es muy generoso con el aceite y esa actitud magnánima termina siempre aumentando el número de michelines de mi barriga. Olé.
A fuoco lento, allegro ma non troppo, un lieto fine era previso e assai gradito... (sí, la palabra asaz existe en español).
En una olla a parte, llena de agua, scottiamo las papas. ¡Socio Chef Salgorda Azul: por los madriles no las lavamos previamente con mucho respeto, pues cuando fries o hierves todos los bichos se van al garete! Y luego las lamineamos, y las juntamos con el resto de verduras.
Planchamos un poco la carne, por un lado y por otro: ¡que se doren esos pechos, que viene el verano, pordiós!
Entonces me distraigo, invito a Venecia, llamo a Barcelona, regaño a Italia, extraño a Argentina. ¿Qué? ¡Soy yo, puedo hacer más de dos cosas a la vez! Pero la distracción me lleva a perder aquel momento de gloria en el todo se confunde, en el que todo está perfectamente dibujado, el sol se pone, hay una cama de verduritas y aquella carne recostada encima, a punto de dormir la siesta al calor del horno.
El secreto estará siempre en las hierbas que le echamos, que fumamos, que pisamos, que olemos. Que cuidamos.

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