de vida, de gustibus

a Salgorda

Estàbamos rodeados de faldas, trajes mujeriegos nocturnos, un océano de barquitos, botones rallados y dos lenguas principales. El duenio pronunciò la palabra pizza, y decliné con una mirada de suficiencia (italians do it better, Madonna rules). Pero como bajaba Steno, que aùn no se ha dado cuenta de lo extranio y dulce que es, decidì acompaniarle.
La fe es inexplicable. Le dije que estarìan allì, no sabìa còmo, ni cuàntas, ni en qué plan. Pero estarìan.
El barrio de Las Letras es un laberinto de poetas muertos que dejaron sus letras impresas en la calle. Estàbamos en Antòn Martìn y cogimos en direcciòn a Tirso de Molina. Nos metimos por Lope de Vega y, tras un trocito de Leòn (detalle trascendente), llegamos a Cervantes. El ròtulo azul de la pizzerìa, la gente vestida a fiesta, Steno y yo hablando de Roma, de ir y venir, de la censura.
Primero sentì su olor, imaginé el primer mordisco (que es como el primer beso), y tras el vidro nublado del local, divisé una increìble, multisaboreante y monocromàtica cantidad de Empanadas Argentinas. Repito: la fe es inexplicable.
Sabìa que te encontrarìa, pero nunca esperé encontrarte.
Espinacas, jamòn y queso, choclo, pollo, cebolla y... Carne.
Dije dos (es el nùmero màs alto que conozco).
Y los recuerdos empezaron a salir disparatados por las calles, pisando a los poetas muertos, a la gente de fiesta, a mi vestido de leones enamorados... tomaron las calles del centro, el edificio donde iré a vivir, el Manzanares, cruzaron la M30, luego Zaragoza, pasaron por debajo del Meridiano de Greenwich, nuestra Barcelona, subieron los Pirineos y...

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