jueves, 9 de abril de 2009

Pescado en todos los sentidos

con lo que me cuesta querer solo a ratos,
mejor no te quiero será más barato.



Después de eso, hay infinitas cosas más que decir, hacer, inventar, vivir. Tantas, que no tienes ni idea. Bien dijiste que nuestro andar ya no es el mismo. Será por esto que estoy escuchándote... recalenté una sopa con vino tinto, pan y salsichón

Era la primera vez que tocaba las escamas de un pez, la primera que veía su red, su estructura, su textura deslizante. Perdámonos en nuestro interior con morbo. Y todo eso, lo estaba viendo bajos tus manos grandes, las mismas que... qué bien manipulas el pescado, dijo Marta, yo tampoco sé, confirmé. Dani se había levantado con resaca de estrellas, activo como es él, y tras aquella comida que te dejo contar a vos, nos llevó a disfrutar de los paisajes desde lo alto: Aiguafreda, Begur, Fornells, Aiguabrava, Tamariu, San Sebastià, Calella. Primero aquella aparcamiento radioactivo para helicópteros (el delirio de mi sorpresa aumentaba a cada paso de pata de Musa) desde donde pudimos ver el pasado y el futuro. Luego ese minúsculo puerto, un pulpo dejado en libertad, los barcos adormecidos, los niños.

Dejamos el coche enfrente de una cancela y entramos. Da rabia ver cómo hay casas cuyos únicos habitantes son gaviotas. Subimos por las piedras, y no sabía muy bien por qué estabas tan distante, pero hacía rato ya. Frivolités. Pues el árbol doblado, los acantilados, Dani nos enumeraba las paredes de las cuevas, el destino de las flechas, los colores de los peces. Mientras más ibas hablando, más se me anudaba la garganta. Volver a verte hubiera sido tan natural, tan nuestro. Fue una lástima que no se cumpliera también ese sueño. Yo soy una ávida, ho saps.

Tras compartir las fotos, el té y las galletitas, armamos la cesta, rumbo a Banyoles y mai no es massa tard per trobar el teu tresor...

Nos apropiamos de la cocina. No podía ser de otra forma. Agarré la cámara, vos el cuchillo, y fue lo más íntimo que compartimos. Te veía las venas, amaba tu presión, y ya tu rostro desaparecía tras el humo de los brócolis y las zanahorias hirviendo, para dejar espacio a aquella fiesta de los gustos. Tenés que sentirlo... el qué?... el amor.

El amor suena a stock, a crok, a click, a chic, o a kitsch. Tiene color rosa grisáceo con salpiques plateados, viste escamas transparentes de corte neto en el escote. Muerde dejando flores moradas clavadas en mi espalda. Chupa dejando lunas llenas y rojas en la tuya. Ahonda el cuchillo para sacar las tripas, limpiar los costados, cortar las cabezas. Miré a los ojos de aquel fantasma nadando aún entre la basura.

No sé qué hiciste con los elementos del tesoro, ni cómo creaste aquella cremita tan sabrosa. Sabrosura vos.

Y Dani cenó durmiendo.

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