miércoles, 8 de abril de 2009

Bollo aduanero

De un lado de la frontera

Ese tranvia azul se movia tan rapidamente que mis ojos cansados aun, temian cerrarse...
Estacion Sabines.
Baje...
El chofer del bus que me recibia reia enojado repitiendo...
Suerte!!! tenes mucha suerte...
en viajes internacionales se llega 15 minutos antes, no 2 despues...
Perdon!! replique, admitiendo la culpa...
a esa altura buscaba mi asiento para dormir...
solo eso...
dormir...
eso que no habia hecho desde la noche anterior,ya que una vez terminado el trabajo, me habia sentido plenamente en vacaciones, y para honorarlas, brindamos hasta quien sabe cuando...
Afuera llovia como la penultima vez...
Parada de 45 minutos a comer!! canto el motorista.
Baje contra mi volundad, y solo a mirar como los dientes ajenos jugaban a subibajas...
Hola! sois Aleman?, me preguntaron desde atras.
Evidentemente me lo dijo por mi campera con esa banderita, y porque no vio mi tez...
No ! le respondi, ellos si lo eran y desde lejos se notaba.
Charlamos toda la pausa, y seguimos en el transporte hasta pasar la fontera Franco-Espagnola, Girona delato el cartel verde unos minutos despues.
Bueno chicos aca me bajo, nos contactamos al regreso.
Ya no llovia.
Encendi el segundo cigarrillo del dia, mientras cambiaba el chip de idioma en mi cabeza.
Me presente a la ciudad y ella me tendio la mano.
La mire, la toque, la bese, la recorri, la ame, la rebese, la escuche...
Sobre sus costillas derechas, aterrizaba la mitad fundante.
Sonrisa grande como la espera.
Abrazo fundante, y vamos con una luna menguante de testigo.
Disimulabamos las emociones al momento, y estaba bien... ambos sabiamos que esas horas a venir estarian repletas de ello...
y decidimos...
Vivamoslo...
Y lo vivimos como eso que somos...
Canibales!

No hubo ni mareos, ni tos, ni dolor de garaganta, ni dolor de panza, ni ninguna otra enfermedad... No hicieron falta medicinas, asi que... No hizo falta ninguna receta...



Del otro lado de la frontera

"Con vos al lado, de qué voy a tener miedo?" le contesté unas horas antes.

El día había sido intenso: arriba, abajo, girando, rotando, ladeando, los tacones, un cigarro, vuelta a empezar, siempre adelante, un pasito p'atrás, te mueres, te regeneras, hay energía para venderla, hay apuestas que vamos a ganar, comes con ganas con hambre con pasión, acompañas todo con un Freixenet y si hay suerte un tinto, otro cigarrillo, vuelves diferente, más apasionada, el infinito etcétera... mi baile diario. Toda la vida.

La espera se me había hecho minúscula, aunque confieso que las últimas horas no fluían nunca. Esa leyenda urbana de que el tiempo es algo relativo pues... juzguen ustedes.

Me había preparado a conciencia por la mañana. Aún dormida, había llenado como siempre demasiado mi maletín de cuento. No tenía ni idea de lo que me esperaba, y cuando por la tarde Marsella se confundió con Palafrugell, perdí totalmente el norte.

Y lo perdí también mientras ensayaba mi sonrisa en ese agridulce pasillo que divide el último escalón del avión de la puerta corrediza de Llegadas. Recordé que, en el control policial, la señora del escáner aprobó a pleno mi regalo: le va a gustar mucho. Sonreí, segura, altiva. Y la puerta se abrió.

Se abrieron los abanicos, los mares, las botellas, fue una fiesta de los colores nocturnos adivinar dónde estábamos, cuándo fue que se armó todo esto, qué locura dios, qué hermosura en tan sólo un segundo de mirarte.

Adoro charlar e intentar no dormirme, adoro disimular las espectativas que no tenía, y adoro los armarios, los champús en cápsula, las siluetas de los árboles del bosque; adoro el frío cuando estoy debajo de las mantas, termas en pleno invierno; adoro ese espejo que nos triplicaba, aunque nosotros fuimos mucho más.

Y el silencio de la mañana me emocionó.


Bollo aduanero

Saque 400 gramos de polvo de estrellas de la estantería, y viértalo en una fuente. Rompa 4 corazones y divida la yema de las claras. Dulzura, la que usted quiera darle. A continuación, derritase un poco en una cazuela; es importante que esta operación se realice a fuego lento.
Añádase a lo demás y deje que la mezclen, que le revuelvan el pelo, que la prueben (ese dedo que se hunde para terminar muriéndose en una sonrisa). Cuando todo está bien amasado, agruegue una lluvia de lunares pasas, medio vaso de cava con burbujas de un milímetro de diámetro, dos bolitas de nutella y otras dos de agua de mar (es fundamental abalanzar lo dulce con lo salado en este tipo de bollos).
Hornee a 250º de calefacción y déjelo el tiempo que desee.
Y por la mañana, empiece otra vez.

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