jueves, 21 de mayo de 2009

La otra cara de La Isla

Cuando con mis tacones de boda pisé la casa de Tere, Claudia estaba de espaldas revolucionando (del verbo revolucionar) el cucharón de madera por dentro de la olla. Nos dimos besos muy antiguos, y era como si fuera ayer que estábamos en la misma estación, con el mismo bochorno de esta ciudad, las mismas sonrisas y algún que otro problema menos.

Hay personas que se encuentran un día y parece que no son capaces de dejarse nunca jamás.

Le dimos candela, y enseguida se cruzaron las voces por encima de aquel olorcito a cebolla y aceitunas verdes que la niña le echó al picadillo... ¿tú nunca comiste picadillo? se sobresaltó. Yo quería decirle que soy italiana y orgullosa, que para mí eso es algo previo, que qué manía con el arroz blanco... pero únicamente me salió un timido no, con la mirada perdida.
Parecer híbridos a veces te da esa tecla naif que tu vida reclama, y sí sé imitar las voces de mis fantasmas, y Claudia tiene genes fulgencitas, fidelitas, rojitas, filologitas... todo esto dentro de esa mirada que, a cada paso, hace una pregunta, y no se para hasta obtener respuesta.

Resulta que hay que coger una cebolla del mercado de Lavapiés (no de otro, y no empecemos con las variaciones) y un pimiento rojo comunista (esa variedad que se puso de moda con Marx Galliano for Christo Dios) y hay que cortarlos por el cuello, a ser posible, para echarlos al aceite recalentado. Se añade la carne picada, sal fina (sorry my dear) y se deja cocer, sin dejar de remover, por un tiempo que puede ir desde el 1962 al 1975 o bien desde el '75 p'alante. Mientras tanto, puedes entonar la canción "Cuando salí de Cuba" o, en alternativa, "Para nosotros siempre es 26".
Aparte, como en un acto de repudio, cocinen arroz blanco. Como lo hicieron toda la vida. Y cuando la carne está casi lista, échenle aceitunas verdes. Pueden fumarse un cigarro ahora.

Pero el punto estuvo en decidir. Porque con plátano frito, esta noche se va a convertir en mágica: siempre adelante compañera, a freír pistolas de fósforo amarillo. Ay, el color del trigo...

La mesa redonda empezó a girar, y llegó Pedro Pablo, los testimonios falsos, Reinaldo y los
marielitos, el FEU, la ujesé, las brigadas de respuesta rápida, las advertencias, el verbo tronar, el no.

La ensalada de verde tricolor y el paté de atún nos abrieron el estómago para luego guardar en un rincón todas nuestras historias. Me hubiera quedado hasta mañana para escucharlo todo, y recomenzar. Al revés, si hace falta.

Ser de una Isla no es lo más sencillo que te pueda pasar en la vida, aunque todo depende de cómo te reinventes. Y cualquier fantasía es bienvenida.
Yo, que nací ese 26 de julio, este año celebro mi pequeña revolución romántica.

Ojalá fuera con todas ustedes.

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