domingo, 7 de junio de 2009

Tortiglioni con sugo di pomodoro



Y sin embargo seguimos desplazándonos. En este momento estarás a punto de volar y yo de echarte de menos otra vez, la enésima. No sé muy bien qué nos unió, y tampoco lo que nos separó.
Volví a cocinar para ti, que eres tan tenue, tan celeste por la mañana, tan sonriente a cada momento, incluso cuando lloras. Tras la última experiencia con Suru, quise volver a repetir en nombre de la reiteración.
Media cebolla cortadita, llorona, blanca como yo, y puesta a dorarse al sol del aceite de oliva; un secreto de miga de mantequilla y freixenet para que el olor llegue al primer piso y te invite a subir otra vez. Mi sartén de design y échale candela, échale tomate triturado. Ahí es cuando todo se confunde, el aceite se convierte en un vidrio transparente y amarillo que ampara lo que hay por debajo. Todo desaparece si cierras los ojos por un momento.
A cada burbujita de salsa que explotaba corresponde un día más que te echo de menos. Qué envidia escuchar esa canción y saber que te vas a ir allá, justo allá, donde están mis sueños. Por supuesto, todo es sano, porque la pasta es un plato sano.
Tortiglioni, vulgarmente llamado macarrones en estas tierras que no distinguen una pluma de una mariposa ni un número de otro cuando se trata de espaguetis. Qué le vamos a hacer.
El toque estuvo en el orégano... no sabía que en tu tierra era diferente. Debe de ser por el sol, o por los guanacos, quién sabe.
Y al dente, por supuesto, con ojalás de sal gorda derretida. Y luego lo de siempre
Sofá, televísión, charlas. Qué linda la normalidad. Buen viaje. Nos vemos a la vuelta. A cualquier vuelta.

1 comentario:

Suru dijo...

que linda la normalidad con gente poco normal..

Gracias rubia por no ser normal